Liz Murray se levantó de las calles de la ciudad de Nueva
York para convertirse en un conferenciante internacional, autor y coach de vida
creando una marca personal que es un ejemplo para todos, me impresiono
poderosamente esta historia así que la comparto.
Me llamo Liz Murray y he nacido en Bronx,
concretamente en el año 1981. Toda mi vida la he dedicado a cuidar a mis padres
y hermanos por lo que no he tenido muy buena enseñanza, pero he conseguido
sacarme el instituto en tan solo dos años. Me gustaría estudiar en esta
universidad porque así me podré sacar una carrera y tener un trabajo
digno».
Estas fueron las palabras que la joven Liz redactó para
ser admitida en la prestigiosa universidad estadounidense de Harvard. Son
unas líneas que le han costado sangre. Cada letra arrastra una historia de
sufrimiento y de lucha: una historia que ella misma ha compartido, años más
tarde, en su autobiografía titulada “Breaking Night”, en donde cuenta su paso
de ser una niña de la calle a convertirse en una conferenciante de éxito.
Ya desde el inicio, su camino comenzó cuesta arriba.Sus padres, dos hippies sumergidos en el mundo de la droga de los años setentas, nunca consiguieron salir adelante de su adicción. Llegaban incluso a robarle a su hija el dinero de su cumpleaños o un pavo que una iglesia les había regalado para poder comer, con tal de conseguir droga.
"Aprendí desde
los cuatro años que mamá y papá tenían extraños hábitos de los que no me
informaban", explica sobre su primera infancia en las calles del Bronx.
Asistió muchas veces, por ejemplo, al ritual de colocar en la mesa una ristra de cucharas y extraños objetos "en
una suerte de preparación urgente".
Una niñez casi carente de estudios. Porque, ¿cómo
integrarse en una escuela si estás llena de piojos y hueles a orina? Y tampoco
el sustento diario era fácil: «Comíamos cubitos de hielo o repartíamos un
tubo de pasta de dientes para cenar».
Liz con su madre |
No obstante, su madre siempre le repetía, una y otra vez,
que vendrían tiempos mejores. Unos tiempos que parecían lejanos para
todos. Para su madre que, enferma de sida, murió cuando Liz contaba con dieciséis años. Para su padre que, incapaz de afrontar la situación
económica y familiar, se trasladó a un refugio para los sin techo. Para
su hermana, que sólo pudo salir adelante agenciándose el sofá de un amigo en su
casa. Y, por supuesto, tampoco llegaron para Liz, que se quedó en la calle
contando con los bancos de los parques y los vagones del metro como hogar.
Liz con su padre el día de su graduación |
¿Tiempos mejores? Sí, llegarían. Perofue Liz la que
decidió que deberían llegar. Con diecisiete años decidió volver a las
aulas de clase y, en sólo dos años, sacó todo el instituto, gracias a un
alma caritativa que decidió darle clases nocturnas. Y fue ese mismo ángel de la
guarda el que la llevó de visita, junto con otros estudiantes, a la Universidad
de Harvard.
Fue ver el edificio universitario y quedarse Liz
enamorada desde el primer momento. ¡Tenía que estudiar ahí! ¿Cómo lo
haría? No lo sabía, pero estaba dispuesta a cualquier cosa.
Y así fue como se enteró de que el New York Times daba
becas a los buenos estudiantes. No lo pensó dos veces: la consiguió. Entró
en la Universidad y en junio de 2009 se graduó en Psicología, profesión
que ejerce compaginándola con las conferencias que da por todo el mundo a
jóvenes y ejecutivos sobre motivación personal.
Ciertamente, la experiencia de Liz (ya hecha también
película) es un caso extremo. Pero también es verdad que puede mostrarnos que,
sin importar lo que pase, siempre puede uno mejorar su situación personal. En
una entrevista concedida al diario español ABC, Liz lo resumía así:
«Intento transmitir que no importa lo que te haya pasado antes en tu vida,
siempre puedes hacer algo para avanzar. Siempre se puede tomar una
decisión, una decisión que cambie las cosas.
Les dejo la pelicula sera una hora bien aprovechada de su tiempo.
Les dejo la pelicula sera una hora bien aprovechada de su tiempo.
fuentes:
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